martes, 28 de diciembre de 2010



-Sabes lo que es tirar la toalla, verdad?

Le miré estupefacta., como si acabara de aparecer de la nada. Él me hablaba de tirar la toalla a mí? No pude creer lo que estaban escuchando mis oídos. Él fue quien se dio por vencido no fui yo.

-Fuiste tú el que abandonó sus sueños, no yo –repliqué.

-Sí, y lo único que me preocupa ahora son los tuyos. Porque yo fui un cobarde al dejarlos tirados, pero tú eres valiente, a diferencia de mi. Por eso sé que puedes, que vas a lograrlo. Y te aseguro que eso me hará mucho que cumplir mis sueños.

-Por qué? Son tus sueños los que tienes que cumplir, no los míos. Son una memez comparados con los grandes planes que tú tenías para toda ésa gente. No entiendo porqué te echaste atrás.

-Porque en aquel momento o te conocía, porque hasta entonces nadie había conseguido cambiar mi vida. No te das cuenta de que ahora lo único que llena mi vida eres tú? Todavía no lo has notado? Después de todo éste tiempo, creí que te habías dado cuenta de algo.

-De qué me tengo que dar cuenta? De que tenemos demasiado miedo, de que por probar podemos joderlo todo? Pues sí, lo sé. Pero sabes qué? Yo no tengo miedo. Y aunque no pueda cumplir sólo una de las ilusiones que tengo, daría todo por verte sonreír una sola vez.

-¿Quieres que sonría? No sirve de nada. Sólo para que te salgan arrugas y pienses que todo va a mejorar. Pero en cuento me doy la vuelta, veo que todo se está resquebrajando por momentos, que todo se echa abajo.

Me acerqué más a él y le miré a los ojos. Yo había comenzado a llorar, pero él todavía no había conseguido soltar las lágrimas, dejar que expresaran lo que él no podía. Ahora me doy cuenta de que puedo contar las veces que le vi sonreír, pero desde que todo empeoró, no ha habido ni una sola sonrisa.

Entonces le abracé sin importarme que me mojara más aún. Noté que hundía la cara en mi cabello, como si así pudiera volver atrás en el tiempo y borrar lo ocurrido.

-No todo han sido errores –susurró.

-Dime uno sólo –imploré-. Porque hace demasiado tiempo que nada tiene sentido, que todo se ha vuelto completamente del revés –me enjugué una lágrima indiscreta con el borde de la manga de la camisa-. Si tú encuentras algún sentido en esto, dímelo, porque no encuentro ninguno, ni uno sólo. Y no sé si me estoy precipitando, no lo sé, porque me he dejado el paracaídas y el Betadine en casa.

-¿Tú crees que habría dado tantas vueltas a ésta conversación para hacerte feliz de una vez por todas?

Me besó, dejando atrás el miedo. Incrédula, le devolví el beso. Aunque claro, algo tenía que haber ocurrido en su cabeza para hacer algo tan positivo.

-¿Cómo?

-Fuiste tú.

-Qué?

-Luego me dices a mí que hago muchas preguntas.

Me volvió a besar, sin saber que había dejado de llover. Rocé su brazo, electrificándome, una vez más, con su contacto. Colocó su mano en mi mejilla y movió repetidamente el dedo pulgar sobre mi piel.

En aquel momento me derretí por dentro, como si hubiera una gran fuerte de calor en el interior de mi cuerpo. Pero no me importó. Cierto color subió a mis mejillas. Abrí los ojos y vi que, tras separar su boca de la mía, sonrió.

Por primera vez en mucho tiempo, le vi esbozar una sonrisa. Aquello me llenó de alegría.

-¿En qué piensas? –pregunté.

-En sonreír, y todo gracias a ti. Sigues cambiándome y te lo agradezco. Porque si no hubieras hecho nada, no habría pasado absolutamente nada, aquí y ahora.

Aparté la vista de él, bajando la barbilla, lentamente. Me miré a los zapatos, sin saber qué responder. Una vez más, me había dejado sin palabras. Algo típico en él. Y yo, como una tonta, riéndome de aquella situación. Cada vez me costaba más respirar, pero aguanté el creciente dolor, como si fuera una simple molestia.

Que te quiero, y nada me importa más que tú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario