

Podría esperar a que llegaras. Pero se me haría eterno; entonces, llegarías con ella, de la mano, preguntando de manera agresiva. Me limitaría a ignorarte, a hacerte sentir como me hiciste tú aquel día. Entonces todo lo anterior se convierte en la realidad. Pero ella no está y me alegro. Te sientas a mi lado y sonríes, haciéndote el fácil.
-¿Qué haces aquí? –pregunto.
Sonríes y me rodeas los hombros con el brazo, sutilmente.
-Vengo a recordar, a hacerte comprender –subrayas la palabra- que la única en mi vida eres tú.
-Pues puedes volver por dónde has venido. No te creo, hace tiempo que no me trago ninguna de tus palabras.
Me estrechas con suavidad y desvío la mirada. Resoplas y tu boca dibuja una sonrisa. Lanzas la mano hacia mi barbilla y giro la cara, soltándome de tu mano. Entonces pruebas a estrecharla con la mía. Te dejo, quiero que te confíes. Pero no puedo, no aguanto haciéndome la dura. No puedo hacerlo contigo, a tu lado soy quien quiero ser, no otra persona. Dejo escapar una sonrisa, y me abandono, olvidando todo.
-Ya se te ha acabado el ataque de ..- buscas la palabra correcta.
-No ha sido un ataque. Simplemente una armadura que ha sido vencida por un tipo rubio, cuatro palabras y un par de caricias.
Te ríes con ganas y sacudo la cabeza.
-¿Me crees?
-A medias. No tengo pruebas de lo supuestamente evidente.
-¿Ah, no? –sacudo la cabeza-. Pruebas, ya te daré yo pruebas.
Puede que hoy llueva, pero mañana hará sol. Sonreirás y será la luz suficiente que alumbre mi camino.
Por fin todo iba sobre ruedas, todo era como yo siempre lo había deseado. Independientemente de lo que dijeran los demás, yo le quería, muchísimo más de lo que él a mí, o eso creo. Entonces supuse que no era cuestión de querer o no querer, sino de demostrarlo día a día.
No es quién seas lo que te define, sino lo que hagas y cómo lo hagas. Si quieres a alguien hay que decírselo, aunque te hartes. Aunque tenga que ser en secreto, como Lucas y Sara. Aún diciendo que parece que va a llover.