
Fui una niña sin miedo, aunque no me acercara a nada negro, necesitaba luz en mi vida. Por eso mi madre cada vez que me cuenta algo, lo hace sonriendo
. Recuerdo solo lo bueno, de lo malo nada. Ahora quiero volar, pero no sola, a tu lado, como siempre planeamos. Pero te echaste atrás diciendo que tenías miedo a las alturas. Te cogí de la mano y te arrastré hacia el avión y subiste con los ojos cerrados. Supuse que no querías verlo, no querías ver el destino, que se acercaba a ti poco a poco, a mi lado. Me senté tranquila, y te acurrucaste a mi lado, temblando al sentir que el avión despegaba. De repente, abriste los ojos y resoplaste, aliviado. Me revolviste el pelo y me abrazaste, sonriendo. No entendía aquel cambio de humor, pero no me importó. Me puse las gafas y te besé durante unos segundos, de pie, temblando con cada sacudida del avión. Me eché un paso atrás y caímos al vacío, juntos. Caíamos y caíamos, pero me cogiste la mano y fuiste valiente. Tiraste de la anilla en el momento justo e hiciste todo con una sonrisa en la boca.
Te quiero porque eres especial, no porque te parezcas a nadie.